Noviembre dulce

Avanza noviembre. Por estas fechas, siempre suelo pensar que lo peor ya ha pasado. Ya sé que muchos pensaréis que aún queda lo más crudo del invierno por delante, y es cierto. Pero a mí eso ni me importa ni me afecta. Es más, creo que me gusta. Para mí lo más duro son los meses de septiembre y octubre: el cambio, la transición, el acoplamiento. Por noviembre suelo estar ya muy centrado y me dedico a disfrutar, casi a dejarme llevar a uno de mis periodos del año favoritos: las Navidades. Luego, todo va muy rápido. Además, rápidamente, los días van yendo a más, la luz está más presente y la primavera y toda su magia no tarda en llegar. Pero, como os digo, no hay prisa para eso.
 
De pequeño, me gustaba menos el invierno. Los anocheceres tempranos, el intenso frío, el gris del cielo, la lluvia… No iba mucho conmigo. Pero en los últimos años, todo ha cambiado. Siempre he sido muy de extremos. Me mola que en verano haga calor, un calor de mil demonios. 40 grados, cielo azul y a sudar sin piedad. Y también me gustan mucho los inviernos de muchísimo frío, temperaturas bajo cero y nieve, nieve en cantidades industriales a poder ser. En eso, mantengo un sueño infantil en común con Nachete: una cabaña de madera y roca en medio de la montaña, con el fuego encendido, las patatas asándose en las chimenea, nevando a todo nevar. Y un chocolate caliente, un buen juego de mesa o un mus, o una charla agradable o una peli de esas que te marcan. Maravilloso escenario invernal.
 
Además, mi afición al esquí y la práctica de este deporte en los últimos años, también hace que deseé que lleguen las nevadas y los fríos. Es verdad que Xanadú (para los que no lo sepáis, la pista de nieve artificial de Arroyomolinos, en Madrid) nos permite combatir el mono en el largo verano, pero nada como una pista de verdad, con sus curvas, sus bañeras, sus árboles y todo eso.
 
Como os digo, noviembre transcurre plácidamente. En lo profesional, todo sigue a pedir de boca. Llevo un par de partidos siguiendo y narrando al Sevilla para Tiempo de Juego y es una maravilla. Juegan como hacía tiempo que nadie jugaba (el Barça quizá, pero me cuesta un poco reconocerlo, jeje). Este domingo viajaré hasta Santander para ver como defienden liderato en El Sardinero. Pero antes, mañana, asistiré al Bernabéu al Real Madrid – Écija, casi con ese deseo rebelde de que los astigitanos le metan un gol al Madrid y nos divirtamos un rato. Aunque creo que, visto lo visto, los corazones de la sufrida afición madridista no está para mucho susto. Veremos.
 
Hablamos pronto.
 
Besos y abrazos,
Santi
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