15. Viaje a la Costa Oeste. El último día: Rodeo Drive y Los Vigilantes de la Playa antes del adiós

El día 20 de julio de 2013, sábado, nuestro viaje a La Costa Oeste de EEUU tocó a su fin. Tras 15 días impresionantes, el momento del regreso a casa había llegado. Pero antes de enfilar hacia el aeropuerto de LA para coger nuestro vuelo directo a Madrid (salía a las 18.10 y queríamos estar 3 horas antes para ir sin prisas en la devolución del coche y la facturación), aún apuraríamos unas cuantas horas.

Así que tras desayunar, cargar por última vez en el coche las maletas y hacer el último check out, nos dirigimos a la primera parada del día: Rodeo Drive.

Como todo buen fan de Pretty Woman, la famosísima calle de tiendas de lujo de LA, era una de las cosas que queríamos ver antes de marcharnos. Y para allí que nos fuimos.

Aparcamos en un parking súper pijo de la zona en el que nos dijeron que las dos primeras horas, eran gratis. La verdad es que pensábamos que tenía trampa y que al final tendríamos que pagar algo, porque era el típico Valet Parking en el que dejas el coche y las llaves a un señor súper elegante con uniforme y gorra… Supongo que es la típica desconfianza española, porque al final resultó que sí que eran gratis las dos primeras horas y que lo único que nos costó fue la propina que le dimos al chico que nos devolvió el coche.

Cuando salimos del ascensor del parking que nos subió hasta la calle, esto fue lo que vimos:

 

La zona tiene dos calles que visitar: Via Rodeo y Rodeo Drive. La primera es una calle peatonal muy pequeñita con tiendas espectaculares. La segunda, con tráfico rodado, tiene también comercios impresionantes en las dos aceras. En meses que no sean los del parón de rodajes (de mayo a septiembre) hay bastantes posibilidades de encontrarse con celebrities… Los cochazos que pasan por allí también son para verlos…

En uno de los dos extremos de Rodeo está el famosísimo Hotel Beverly Wilshire, donde se hospedan Julia Roberts y Richard Gere en Pretty Woman…

 

Tras dar una buena vuelta por la zona, nos dirigimos al lugar desde el que nos despediríamos de Los Ángeles: la playa de Santa Mónica. Ya conocíamos el paseo y también el muelle, pero la idea de aquella mañana de verano, era darnos un baño en el océano.

Volvimos a dejar el coche en el mismo sitio que la noche anterior, la cuarta con Wilshire y desde allí fuimos andando hasta la arena de la playa. Allí vimos en carne y hueso unas imágenes que habíamos visto muuuuuchas veces por la tele de pequeños:

 

Tras disfrutar de las vistas hollywoodienses, nos acercamos hasta el agua muy decididos, aunque el día no era demasiado caluroso. Pero cuando la tocamos, cambiamos de idea. ¡Estaba congelada! Entre eso y que el hecho de bañarnos, nos complicaba un poco (teníamos que ducharnos en los vestuarios de la playa y volver a abrir la maleta, etc), decidimos que con mojarnos los pies y pasear era suficiente. Y mereció la pena Aplauso

Y ya de vuelta al parking, nos quedaba una ultimísima cosa por hacer… visitar la tienda Abercrombie de la Third Street Promenade. Afortunadamente para nuestra cuenta corriente, no tuvimos mucho tiempo, porque los precios eran extraordinariamente buenas comparados con España. Aunque pese a las prisas, algunas cositas sí que nos dio tiempo a coger… Riendo

Y así, con aquella visita comercial, nos despedimos de LA. El camino hasta el aeropuerto fue tranquilo, al igual que la devolución del coche en Dollar.

Tampoco tuvimos problemas con la facturación y a eso de las 18.00 embarcamos en nuestro vuelo de Iberia destino Madrid tras 15 días que nunca olvidaremos… Heart Heart

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14. Viaje a la Costa Oeste. Los Ángeles: Universal Studios, Hollywood y la Third Street Promenade

Al tener sólo dos días en LA, el guión exigía que aquel 19 de julio, viernes, el despertador volviera a sonar muy prontito. Había mucho por ver y poco tiempo así que había que exprimirlo al máximo. Además, aquella mañana tocaba visitar Universal Studios. Y según todas las recomendaciones leídas, era fundamental estar allí media hora antes de las 9.00, momento de la apertura del parque.

Así que con pocas pilas pero con muuuucha ilusión, nos levantamos en nuestro hotel a las 7.30, nos duchamos, desayunamos y a las 8.15 estábamos en el coche camino de los Estudios.

Universal está situado en Las Colinas de Hollywood (100 Universal City Plaza, Universal City, CA, Estados Unidos). Desde nuestro hotel, no había mucha distancia pero aún así tardamos unos 25 minutos pues siempre hay tráfico en LA.

A las 8.40, llegamos a las puertas por las que se accede en coche al Parque. Allí es donde tienes que decidir si pagas el acceso al parking general o si te gastas un poquito más y compras el parking front door. Nosotros optamos por este. Pagamos 35 dólares por aparcar todo el día justo al lado de la puerta de entrada al Parque y nos dieron un par de botellas de agua y unas chuches. La entrada normal al otro parking valía 20 dólares.

Yo creo que fue un acierto porque a las 9.00 estábamos entrando por la puerta del Universal Studios y en esa primera hora y media, aprovechando que apenas había gente, nos dio tiempo a montarnos en TODAS las atracciones más importantes: Los Simpsons, Jurassic Park, Transformers y La Momia. Y todas ellas sin esperar nada de cola.

Esto, de verdad, es algo realmente difícil y creo que sólo se pude conseguir si accedes a primera hora y vas directamente a las atracciones que luego van a tener más cola. Para que os hagáis una idea, a eso de las 11.30, había ya entre 40 y 60 minutos de cola para montar y a las 13.30, había entre 60 y 80 minutos…

En cuanto a las atracciones en sí, la de Los Simpsons y la de Transformers son virtuales, es decir, que no son montañas rusas en sí, pero están conseguidísimas y merecen mucho la pena. La de Jurassic Park, para los amantes de las pelis, muy recomendable también con una buena bajada al final. Y la de La Momia, una montaña rusa en condiciones… y a oscuras. Para los que os gusten las emociones fuertes, mola mucho…

Otra de las cosas que nos había recomendado todo el mundo, era el show de Waterworld. El primer pase era a las 10.30 y conseguimos llegar por los pelos tras correr desde La Momia. La verdad es que está genial, es muy espectacular y ¡tiene varias sorpresas muy chulas!

Justo al lado del teatro de Waterworld, hay otro pequeño escenario donde hay un pase muy especial para los amantes de los animales: el Universal’s Animal Actors. En él te explican cómo preparan a los animales para el rodaje de películas, con demostraciones en directo. Es cortito y está muy bien.

A esas alturas (las 11.30) y con casi todas las cosas que queríamos hacer ya cumplidas, nos faltaba la otra gran atracción del Parque: el Studio Tour, o lo que es la mismo la visita guiada por los escenarios de rodaje de Universal.

Los Tours en inglés salen constantemente pero también hay un tour en español cada hora. A medida que avanza el día, hay que ir con más tiempo de antelación porque si no, toca esperar.

Cuando llega tu turno, te subes en un trenecito de muchos vagones. Cada uno tiene una pantallita donde te van a ir mostrando escenas que se desarrollaron en los sets por donde vas pasando. En cuanto a donde sentarte, si en el lado derecho o en el izquierdo, yo diría que merece más la pena en el izquierdo, aunque pasan cosas por los dos flancos…

Iba a dejaros algunas fotos, pero en realidad creo que es estropear un poco la sorpresa. Sólo os digo que está genial y que parece mentira las cosas que son capaces de hacer pese a que vayas subido a un trenecito…

A eso de las 14.00 el Parque ya estaba casi intransitable. Fijaos la de gente que había en la Plaza de Los Simpsons… y eso que en la foto no se aprecia muy bien…

Intentamos comer en uno de pollo frito que tenía muy buena pinta, pero la cola era interminable, así que nos alejamos un poco del cogollo principal, y conseguimos comer en un Mels en el que había menos gente.

Tras la comida, intentamos entrar en la atracción de Shrek pero fue imposible, había 80 minutos de cola. Así que hicimos lo último que nos faltaba: visitar las tiendas! Nos encantó sobre todo el Badulaque de Apu, conseguidísimo, y todas las demas tiendas temáticas…

Compramos algunos llaveros de Gru (estaban de promoción de la peli y estaba hasta arriba de cosas de merchandising), unas tazas y alguna cosilla más y a eso de las 16.30, abandonamos Universal Studios tras una jornada muuuuy chula (Ana menos, pero yo hubo momentos que parecía un niño pequeño, corriendo de atracción en atracción).

Lo siguiente después de aquello, era visitar Hollywood. Pusimos en el GPS la dirección del Dolby Theater (6801 Hollywood Blvd, Los Angeles, CA, Estados Unidos). Aparcamos en el parking del Centro Comercial y nos dimos una buena vuelta por la zona.

Como ya nos habían advertido de que Hollywood no era una maravilla, no nos decepcionó. Es verdad que del glamour que se ve la Noche de los Óscars, no se ve nada, pues es más bien una zona de tiendas de todo a cien, recuerdos y souvenirs, pero nos hizo ilusión ver algunas de las estrellas del Paseo de la Fama, las manos de los famosos en la puerta del Dolby y dar un paseo.

Tras el paseo, subimos al centro comercial del Dolby, a los miradores desde donde se ven las letras de Hollywood, tomamos un refresco y volvimos hacia el hotel. La idea era darnos una duchita y acercarnos hasta la famosa Third Street Promenade a cenar y conocer aquella zona.

Se trata de una calle peatonal, separada en tres tramos, cerca del muelle de Santa Mónica. Está repleta de restaurantes, terrazas, tiendas y otros comercios y está genial para dar un paseo y cenar.

Aparcamos muy cerquita, en un parking estupendo y muy barato que hay en la 4ª con Wilshire Blv. Y cuando llegamos a la Third Street, esto fue lo que nos encontramos…

Estaban haciendo una sesión de cine al aire libre en la que proyectaban la película Gru, mi Villano favorito. Como veis, había muchísima gente en la calle disfrutando de la sesión. La verdad es que nos llamó mucho la atención.

Seguimos avanzando y nos encontramos varios espectáculos de músicos y bailarines callejeros, algunos de ellos impresionantes…

Y un poquito más adelante, decidimos cenar en un sitio con muy buena pinta, el Yankee Doodles, con una terracita estupenda en la que disfrutamos de una velada estupenda.

Tras la cena, nos asomamos hasta la playa para ver, una vez más, el muelle de Santa Mónica y emprendimos el regreso a nuestro hotel. Al día siguiente, nuestro viaje por la Costa Oeste tocaría a su fin… pero aún estiraríamos un poco más las horas…

**Distancia recorrida: 44 millas**

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13. Viaje a la Costa Oeste. La última cabalgada: de Williams a LA a través de la histórica ruta 66

El 18 de julio, jueves, Anita y yo afrontamos la última gran cabalgada de nuestro Road Trip por la Costa Oeste. Aquel día viajaríamos desde Williams hasta Los Ángeles visitando algunos tramos de la antigua y legendaria Ruta 66.

La jornada empezó temprano. Al contrario que el día anterior, en este hotel sí teníamos incluido el desayuno y además estaba bastante bien, así que tomamos un poco de todo (huevos, gofres, tostadas…) antes de afrontar el viaje. No tardamos mucho en arrepentirnos de aquel copioso desayuno en el hotel.

Después de hacer el check out, cargar el coche y de llenar de hielo nuestra neverita por última vez, emprendimos viaje hacia Los Ángeles.

La primera parada de aquella larga jornada de 700 kilómetros fue Seligman, antiguo pueblo de la Ruta 66. La verdad es que el lugar (a unos 70 kilómetros de Williams) es muy pintoresco y en las tiendas pegadas a la carretera puedes encontrar algunos de los coches protagonistas de la película de Disney ‘Cars’.

Nos hizo mucha ilusión hacernos fotitos con los protas de la peli, sobre todo con Tom Ate (en inglés es Tow Late, traducción de grúa que llega siempre tarde, lo que tiene más sentido que el Tom Ate de la peli en español). Dimos una vuelta, vimos las tiendecitas y continuamos el viaje hacia LA.

La siguiente parada fue en Kingman (decidimos no ir a Hackberry a ver la General Store porque nos desviaba un poco y queríamos llegar a media tarde a LA), a una hora y 117 kilómetros de Seligman. Y allí fue cuando empezamos a arrepentirnos de nuestro desayuno en el hotel. Porque allí está el famosísimo Mr D’z.

Se trata de uno de los restaurantes-cafeterías más famosos de la Route 66, decorado con todo tipo de objetos de la época. Es realmente chulo. Y qué deciros del menú… No puedo decir que no hubiera leído en el foro que la idea es desayunar en Mr D’z y comer en el Peggy Sue’s o al revés (depende de cómo hagas la ruta), pero aquel desayuno incluido en nuestro hotel nos hizo polvo. Así que, con todo el dolor de nuestro corazón, lo único que hicimos en Mr D’z fue pedirnos unos refrescos y disfrutar del lugar mientras tomábamos nuestras cocacolas…

Muy cerquita del restaurante, está la otra atracción de Kingman, la Locomotora Santa Fe. Esta locomotora fue donada al pueblo en 1953 después de recorrer más de dos millones de millas entre Los Ángeles y Kansas City. Lo que más impresiona es su tamaño, es verdaderamente gigantesca. Tanto que te tienes que alejar bastante para poder hacer la foto…

A esas horas (pese a que solo eran las 11.20), el calor ya apretaba bastante, lo que en un ratito nos truncaría otro de nuestros planes para aquel día de carretera y millas…

Tras el refresco y la visita a Mr D’z y Santa Fe, seguimos nuestra travesía.

El siguiente tramo era el más largo de la etapa, el que iba desde Kingman hasta Yermo, California, a través de 322 kilómetros. La idea de parar allí era la presencia de otro de los hitos de la Route 66: el Peggy Sue’s 50 Dinner (Peggy Sue’s 50’S Diner 35654 W Yermo Rd. Yermo, CA 92398, Estados Unidos)

Condujimos del tirón y sin parar durante 3 horas, con la intención de recortar lo máximo posible para llegar a LA con algo de luz aún por delante (por cierto, conveniente repostar en Kingman pues luego te metes en la carretera del desierto de Mojave y no hay gasolineras en muuuuuchos kilómetros… lo decimos por experiencia…).

La idea, además de tomar algo en Peggy Sue’s, era visitar el pueblo fantasma de Calico (http://cms.sbcounty.gov/parks/Parks/CalicoGhostTown.aspx), una pequeña localidad minera de finales del siglo XIX que es otra de las atracciones de la zona y que está muy muy cerca del Peggy Sue’s.

Después del ‘chasco’ de no poder tomar nada en Mr D’Z, decidimos ir primero a comer. La verdad es que el sitio es una chulada…

Tanto por fuera, con la entrada en forma de gramola, como sobre todo el interior, lleno de todo tipo de objetos que hacen referencia a la Route 66, el sitio es estupendo. Y la comida, pues muy buena también, a destacar esas patatas fritas en forma de aros de cebolla!

Tras comer y visitar la tienda de recuerdos (una pasada), salimos al coche con la idea de ir a Calico Ghost Town… pero lo desechamos. A esa hora (las 16.00) había unos 43 grados de temperatura en Yermo. Así que entre eso y las ganas de terminar la ruta y llegar a LA, decidimos dejarlo en la lista de cosas por hacer cuando volvamos.

Desde Yermo hasta LA hay algo más de 200 kilómetros. Según el GPS, tardaríamos unas 2 horas… pero no fue así…

Y es que según nos íbamos acercando a LA, el tráfico iba volviéndose más y más complicado, con un volumen que fue aumentando hasta que al final, entramos en la caravana ya en los alrededores de la ciudad.

10 horas y más de 700 kilómetros después, llegamos al Elan Hotel de Los Ángeles (8435 Beverly Blvd, Los Angeles, CA, Estados Unidos ), nuestro cuartel general para nuestra estancia en LA.

Nos habíamos prometido que no íbamos a dejar que el cansancio nos pudiera y cumplimos. Tras el check in y la ducha, volvimos a coger el coche con dirección a Venice Beach. Y cuando dejamos el coche, lo primero que vimos fue esto:

Y es que aquella primera noche en LA y después de todo el día metidos en el coche, nos dimos un fantástico paseo desde la Muscle Beach de Venice hasta el Muelle de Santa Mónica. Tardamos unos 45 minutos en hacer los casi 4 kms. Pero fue una gozada. Estaba justo atardeciendo, algunos surferos salían del agua, mucha gente paseaba, las tiendas cerraban y los restaurantes comenzaban a llenarse… No sé, fue algo extraordinario, pasear por allí de la mano entre los escenarios que tantas veces habíamos visto en las películas… Viajar tiene estas cosas, supongo, esos regalos que no te esperas…

Ya en el muelle, tomamos un par de trozos de pizza y un helado sentados bajo la Montaña Rusa y después de dar una vueltita, completamente agotados, cogimos un taxi para volver hasta nuestro coche y 20 minutos después nos sumergíamos en un sueño profundo en nuestra espectacular cama del Elan Hotel de Beverly Boulevard Aplauso

**Distancia recorrida: 490 millas**

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Día 12: Viaje a la Costa Oeste. El Gran Canyon del Colorado y el pintoresco pueblo de Williams

Nuestra visita al Gran Cañón del Colorado comenzó en el hotel de Kayenta donde habíamos pasado la noche. Nos levantamos muy emocionados pues uno sueña una vida entera con ver sitios como el GC.

No teníamos desayuno incluido pero habíamos leído buenas críticas y decidimos desayunar en el hotel. Acierto. Buffet muy variado y rico a muy buen precio: 10 dólares por persona.

Con el estómago lleno, cargamos el coche, pusimos hielo de sobra en nuestra neverita y emprendimos viaje hacia el Parque Nacional del Gran Cañón. La distancia hasta el inicio de la Desert View (la carretera por la que se accede al parque desde el este) era de 200 kilómetros, terreno que cubrimos en unas dos horas.

La primera parada fue en la Torre Vigía de los Indios Anasazi, también llamada Desert View Watchtower. Y desde allí vimos, por primera vez en nuestra vida, el Gran Canyon del Colorado.

La verdad es que, la primera impresión, no fue exactamente como esperábamos. Esto tuvo un inconveniente y varias ventajas. Lo malo, que de primeras, nos decepcionó un poco. Teníamos tantas expectativas puestas que aquella primera vista, nos dejó un poco fríos. Las ventajas fueron que, a medida que íbamos avanzando hacia el interior del South Rim, fuimos descubriendo la grandiosidad del Gran Canyon.

Tras la visita a la Torre Vigía, seguimos avanzando en dirección al Centro de Visitantes, parando en los tres miradores anteriores: Lipan, Moran y Grandview Point, con visiones un poquito mejores que en Watchtower, pero aún sin llegar al meollo.

Una vez traspasada la barrera del Parque (entrada válida con Annual Pass o 25 dólares por vehículo), llegamos al Centro de Visitantes donde aparcamos nuestro coche, dispuestos a coger los autobuses para poder visitar la parte oeste del South Rim (en verano, el West Rim sólo se puede hacer en bus). Antes de dejar el coche, aprovechamos para hacer los sandwiches y coger comida y bebida. Y también un chubasquero. Y es que las previsiones hablaban de tormentas para la tarde.

A eso de las 13.00, cogimos el primer bus, el que te acerca desde el Visitor Center hasta la zona de Hermits Rest donde puedes coger la Ruta Roja, que es la que recorre toda la parte oeste del Canyon.

Es sólo una anécdota pero por si acaso os pilla, que lo sepáis. Ese día no hacía precisamente calor en el exterior. Bueno, pues en el autobús el aire acondicionado estaba a un nivel de locos, hacía un frío terrible. Es algo que pasa en bastantes sitios en USA, pero al menos, para que lo sepáis.

El autobús de la Ruta Roja se detiene de subida en todas las paradas pero de regreso, sólo para en algunas. En los planos que os darán en el parque está explicado, pero informaos bien porque es un poco lioso. Lo digo para planificar vuestra visita. De todos modos, os dejo aquí un pequeño mapita de la Ruta Roja:

Nosotros paramos en casi todos los miradores y también hicimos una pequeña ruta de unos 90 minutos de ida y vuelta por una zona espectacular, la que va desde The Abyss hasta Hopi Point. Allí aprovechamos para parar a comer. La sensación de grandiosidad es constante. Una experiencia para los sentidos…

Os dejo algunas de las fotos que hicimos a lo largo de los miradores y también, durante nuestra ruta:

A medida que la tarde avanzaba y cuando ya llegábamos al final de la visita, el cielo se cerró definitivamente y empezó una espectacular sinfonía de truenos, relámpagos y rayos. Muchos amantes de la fotografía se apostaron entonces en distintos puntos para tratar de captar el momento. A nosotros no nos pilló por los pelos pues justo la tormenta empezó a descargar en el momento en que llegábamos de vuelta al parking.

Así que mientras abandonábamos el Parque Nacional del Gran Cañón del Colorado, el cielo nos despedía con una tormenta que resultó tan aterradora como fascinante. Ya en la carretera hacia Williams, hubo momentos en los que caía tan fuerte que tuvimos que aminorar la velocidad para no tener problemas…

Una hora después, entramos en Williams y la tormenta quedó atrás. De hecho, el sol nos brindó una espectacular despedida mientras recorríamos las peculiares calles del pueblo, que nos pareció una chulada.

Antes de que se hiciera de noche, nos dio tiempo a ver las cosas más chulas de Williams: La Pete Gas Station, el Twisters y el espectacular cartel de la Ruta 66…

Antes de ir al hotel a hacer el check in, pasamos por el restaurante donde queríamos cenar, el Branding Iron del Wild West Junction (321 E. Route 66, Williams, Arizona 86046). Reservamos para una hora después, nos fuimos al hotel (Days Inn Williams), situado a las afueras del pueblo, nos duchamos y volvimos. El ambiente muy auténtico y la cena, muy buena:

Y antes de volver ya al hotel para descansar, nos dimos una vueltita por la calle principal donde visitamos las tiendas de souvenirs y recuerdos del pueblo. Son muy chulas y merece la pena visitarlas.

Después, nos retiramos a nuestro hotel y esa noche, sin ver ni un capi de ninguna serie ni nada, nos dormimos rápido porque al día siguiente nos esperaba la última gran paliza de la aventura: los 700 kilómetros de viaje desde Williams hasta Los Ángeles.

**Distancia recorrida: 217 millas**

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11. Viaje a la Costa Oeste: Antelope Canyon, Monument Valley, Mexican Hat y Goosenecks

El 16 de julio vivimos quizá el día más completo del viaje. La agenda era realmente intensa, así que el día empezó muy prontito, a las 7.00 am. Nos levantamos, nos dimos una ducha rápida, nos vestimos y bajamos a tomar un desayuno frugal antes de afrontar la primera atracción de aquella 11ª etapa: la visita a Antelope Canyon.

Cuando nos pusimos en contacto con la empresa que gestiona Antelope, la única hora que nos iba bien eran las 8.00 am. Como os digo, teníamos una agenda muy apretada y la otra posibilidad que nos ofrecían (las 13.30) nos hacía polvo de cara al resto del día. Así que, aún a sabiendas de que no era la mejor hora para realizar la visita (por la incidencia del sol), decidimos reservar turno a las 8.00 y conocer el cañón. Mejor eso que nada.

La excursión a Antelope Canyon dura, aproximadamente, una hora y media incluido el traslado de ida y vuelta. Salimos desde la sede de Antelope Canyon Tours, donde hay un parking para dejar tu coche. Allí, te dividen en grandes 4×4 y te llevan al Canyon. El trayecto por carretera es corto pero lo que resulta un pocoincómodo es el que se hace por los caminos arenosos y llenos de baches que rodean Antelope. Hay que agarrarse fuerte y usar gafas de sol y un pañuelo para protegerte del polvo que se levanta.

Una vez llegas, se realiza la visita, que dura unos 40 minutos. Nosotros, la verdad, es que terminamos un poco entre disgustados y decepcionados. Y explico por qué. Primero, todo es como muy apresurado. Los navajos que regentan el Canyon organizan muchos turnos de visita para cada día y esto les hace ir a toda velocidad. Te van metiendo prisa para subirte a los 4×4, para bajar de los 4×4, para entrar al Canyon, para ir de un punto de interés a otro, para hacer las fotos, para salir, para volver a montar en el coche y para dejarte… es como una especie de maratón y terminas un poco estresado.

Además, dependiendo del guía que te toque, te enseña el Canyon mejor o peor, incluso hay cosas que algunos guías hacen y otros no… En nuestro caso, lo de tirar arena por arriba para ver cómo caía, no lo hicieron, y cuando estábamos ya saliendo, vimos que el grupo de atrás sí lo hacía. Fui a tirar una foto y, de malas maneras, me dijeron “Go, Go, Go!!”, con un tono grosero e incluso burlón…

Eso unido a que te van llevando de punto a punto de interés en plan turista japo: “Aquí, rápido, vamos, mira, tira esta foto (mientras él enfoca con su móvil y te dice cómo tirarla). Venga, vamos, vamos, vamos, al siguiente punto”… y así todo el rato.

Te entra tal obsesión con sacar la foto y no perderte lo que él diga, que no te da tiempo ni a disfrutar del Canyon. No sé, puede que nosotros tuviéramos mala suerte con el día, pero salimos de allí disgustados.

El sitio, lógicamente, es bonito, y diría que la visita es recomendada, claro. Pero creo que lo disfrutarán más los amantes de la fotografía por las luces y los juegos con el sol y los reflejos. Además, vale 30 euros por persona por 40’… No sé, probablemente a muchos os sorprenderá leer esto, pero es lo que nosotros vivimos yqueríamos aportar nuestra versión también…

Estas son algunas de las fotos que hicimos, mientras nos metían prisa. La última fue ‘un robado’ al grupo siguiente…

  

De vuelta al hotel, recogimos todo, hicimos el check out y emprendimos viaje hacia Monument Valley, previa parada en Kayenta, donde teníamos reservado el hotel para esa noche, el Kayenta Monument Valley Inn.

El trayecto hasta Kayenta desde Page es de 160 kilómetros, algo más de hora y media. Cuando llegamos, intentamos hacer el check in en el hotel, pese a que aún no era la hora. Cuando nos dijeron que no era posible, intentamos que nos dejaran un luggage room para no cargar con las maletas en el coche durante la visita a Monument Valley, pero tampoco hubo suerte, pues según ellos, no tenían ningún sitio habilitado…

Así que, tras el intento fallido, cubrimos los 40 kilómetros que separan Kayenta de Monument Valley y acometimos la visita a otro de los sitios que más nos ilusión nos hacían de todo el viaje.


Vistas desde la carretera de Monument Valley

Por cierto, al entrar en Utah, volvimos a perder una hora en el reloj, como ya nos pasó en Bryce. Aún así, íbamos bien de tiempo, pues serían las 13.30 cuando accedimos con nuestro coche a Monument Valley. Para entrar al Parque hay que pagar 10 dólares por vehículo, pues está regentado por los Navajos y no es válido el Annual Pass.

La verdad es que iniciamos la ruta en el coche con un poco de miedo. Habíamos leído que el camino de tierra por el que se hace el recorrido estaba realmente mal y nos daba cierto temor cargarnos el coche y quedarnos tirados en plena visita.

Lo que hicimos fue ir muuuuuuy despacito, tomando todas las precauciones posibles y lo cierto es que nos fue bien. Es verdad que el camino está en muy mal estado, con baches duros enormes, grandes charcos, etc, y que si no vas con cuidado, te puedes cargar los bajos. Pero creo que si vas despacito, puedes hacerlo sin necesidad de coger una excursión guiada.

Y en cuanto a Monument Valley en sí, tengo que decir que a nosotros… NOS ENCANTÓ. Después del pequeño chasco de Antelope Canyon, Monument Valley respondió por completo a nuestras expectativas.

Como digo, fuimos despacito, paramos en todos los sitios que más nos llamaron la atención y disfrutamos mucho de los increíbles paisajes que ofrece el Parque. Es un sitio verdaderamente impresionante. En una de las paradas, aprovechamos para comer nuestro tradicional sandwich de jamón york, queso, tomate natural y huevo duro Aplauso

Tardamos entre 2 horas y media y 3 en hacer los 27 kilómetros de recorrido de la visita. Hay que recordar que en el mapa que te dan a la entrada, están marcados los puntos de interés a lo largo de la ruta en coche.

  

Al finalizar, subimos hasta la tienda de recuerdos, donde compramos algunas cosas de regalo y otras para casa, disfrutando de las impresionantes vistas que hay desde allí. Hicimos algunas fotos más y, muy satisfechos, emprendimos camino hacia Mexican Hat donde nos esperaba una de las citas que más ilusión me hacía de todas… la cita con Forrest Gump.

En la milla 13 de la US 163 Scenic (a unos 20 kilómetros de MV) está el «Punto Forrest Gump», el lugar en el que Forrest se cansó de correr y decidió volverse a casa. El sitio no puede ser más espectacular, con la vista recta de la carretera y Monument Valley al fondo.

El cartel, queda en el margen izquierdo (si vienes de Monument Valley), un poco metido en la arena. Además, no es muy grande, así que hay que ir despacio para verlo. En el arcén se puede parar, pero tienes que tener mucho cuidado porque los coches vienen a toda leche.

Nosotros estuvimos un ratito allí. Nos encantó. Un lugar muy simbólico de lo que es el viaje por la Costa Oeste, un sitio muy chulo.

De allí, seguimos avanzando hacia Goosenecks State Park. Antes de llegar, se pasa por la formación rocosa que da nombre al lugar, Mexican Hat. Es esta:

Y muy cerquita de allí, queda Goosenecks State Park. La entrada es gratuita. La verdad es que nos gustó más Horseshoe Bend porque, básicamente, se ve mejor. Aquí resulta imposible ver a la vez los cuatro tramos de río que provocan los dos espectaculares meandros del San Juan River. Además, luce un poquito menos porque el agua está marrón, pero aún así, es un sitio muy chulo al que creo que merece la pena acercarse…

Serían las 17.45 más o menos cuando emprendimos el regreso a Kayenta (85 kilómetros desde Goosenecks). Aunque, al pasar por delante otra vez del «Punto Forrest», no pudimos evitar pararnos y sacar más fotos, aprovechando que había un poco menos de tráfico…

En Kayenta nos sorprendió que, a pesar de ser Arizona, se mantiene el horario de Utah. Tiene que ver al parecer con el rollo de la Navajo Nation… No lo entendimos muy bien, pero el caso es que no recuperamos una hora como pensábamos. Así que, aunque creíamos que iríamos sobrados de hora, no era tal.

Hicimos el check in, subimos las cosas y, mientras nos duchábamos, miramos opciones para cenar. La verdad es que en Kayenta no hay mucha variedad… y eran dos los sitios más recomendados: nuestro hotel y el Hampton Inn. Finalmente, por dar una vuelta, decidimos ir al Hampton (muy cerquita) y fue un acierto total: primero porque atendían hasta las 22.00 y segundo porque la cena estaba muy buena y el servicio fue estupendo. Ana se animó con unas fajitas típicas y yo cené un sandwich de pollo tipo Club. Nos costó 42 dólares con bebidas y propina incluida.

Cuando volvimos a la habitación, fuimos conscientes por primera vez, de que el viaje estaba entrando en su fase final. Pero no nos desanimamos, pues al día siguiente nos esperaba otro lugar con el que llevábamos años soñando: El Gran Canón del Colorado

**Distancia recorrida: 238 millas**

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10. Viaje a la Costa Oeste: Bryce Canyon y Horseshoe Bend

Tras una noche reponedora, amanecimos listos para afrontar uno de los días que más ilusión nos hacían de todo el viaje. El menú era fabuloso: la visita a Bryce Canyon, del que habíamos oído hablar auténticas maravillas, y a Horseshoe Bend, otro de los sitios que más nos apetecía visitar.

Como hicimos casi siempre a lo largo del viaje, desayunamos muuuy bien, de manera contundente, vamos. La verdad es que fue una constante durante los 17 de aventura. Imagino que mitad por mimetizarnos con la cultura americana, mitad porque al estar en ruta era más fácil, pero casi todos los días desayunábamos fuerte, comíamos poco (un sándwich y algo de fruta) y luego ya llegados a destino, cenábamos mejor.


El desayuno en el Ruby’s Inn, buffet libre por 35$ los dos

Con las pilas cargadas y el estómago lleno, cargamos el coche y nos dirigimos a la entrada del Bryce Canyon National Park, situada muy cerquita del hotel.

Ya habíamos consultado la previsión meteorológica, así que no nos sorprendió ver nubes de tormenta en el horizonte. Según el parte del día, la lluvia llegaría a eso de las 13.30. Como eran las 10.30 cuando atravesamos las barreras del parque (entrada válida con Annual Pass o 25 dólares por vehículo), decidimos que lo primero que haríamos sería el Navajo Loop, la excursión más recomendada por todos los usuarios del foro.

El Navajo Loop Trail tiene un recorrido circular de 2,2 kilómetros y sale desde Sunset Point. Nosotros empleamos aproximadamente una hora y media en realizar la caminata. La verdad es que, una vez de vuelta, nos dimos cuenta de por qué todo el mundo aconseja hacer esta marcha: es una auténtica maravilla.

Como es un recorrido circular, puedes atacar el Trail por cualquier de los dos lados, derecha o izquierda. Nosotros decidimos empezar por la derecha. La caminatano es demasiado compleja pero sí que requiere cierto esfuerzo porque tiene un enorme desnivel. Las ‘revueltas’ por las que se baja y se sube en el Loop es uno de los escenarios más famosos del Navajo.

Los paisajes que se aprecian en la marcha son impresionantes. Las formaciones rocosas, los árboles incrustados entre paredes de piedra rojiza y el panorama en el horizonte conforman un lugar verdaderamente espectacular. Es cierto que desde los miradores del Parque hay vistas muy bonitas, pero la auténtica esencia de Bryce sólo se puede apreciar desde el Navajo Loop.

En la caminata también nos cruzamos con muchas ardillas. Están muy acostumbradas al paso de los visitantes y posan con una naturalidad tremenda y muy cerquita del camino. Un ejemplo:

Una vez has descendido, el panorama desde la senda de abajo es también precioso, mirando en contrapicado a todos los pináculos rocosos, como si estuvieras en una gigantesca catedral al aire libre…

Lo ‘peor’ de bajar es que luego hay que subir Muy feliz Durante el ascenso, hay mucha gente que va haciendo pequeñas paradas para tomar aire, porque la subida se las trae. Nosotros, en cambio, tuvimos que acelerar un poco el paso porque la tormenta se adelantó un poco y comenzaron a sonar grandes truenos en el cielo cada vez más nublado de Bryce.


La subida con ‘El Centinela’ en lo alto, vigilando a los caminantes’

Coronada la ascensión, vuelve a haber unas vistas impresionantes del cañón desde arriba, con formaciones muy caprichosas como ‘La Máscara’ o el Martillo de Thor, junto con ‘El Centinela’ algunas de las figuras más famosas de Bryce.

Justo cuando llegamos al coche, comenzó el diluvio (chicos con suerte), lo que aprovechamos para conducir hasta el final de Bryce, para ver los miradores del final al principio, dirección hacia la salida (hay unos 35 kilómetros desde la entrada hasta el final de la carretera, si tienes suerte puedes cruzarte con mucha vida salvaje, nosotros sólo vimos ardillas y ciervos).

La lluvia cesó y nosotros paramos prácticamente en todos los miradores pero el que más nos gustó, con mucha diferencia fue Bryce Point desde donde hay, a nuestro juicio, las mejores vistas de todo el parque…

Unas 4 horas y media después de entrar, abandonamos Bryce Canyon, completamente enamorados del Parque. Es, sin duda, una de las mejores visitas de todo el viaje.

Desde Bryce, pusimos dirección a Page, a la otra gran atracción del día, Horseshoe Bend. Durante la preparación del viaje, yo siempre miraba fascinado la foto de laimpresionante herradura de Arizona y no veía el momento de llegar a poder verla en persona.

Durante el camino, paramos en una gasolinera, a repostar y picar algo de comida (poco, teniendo en cuenta el desayuno del Ruby’s). Compramos unos nachos y un bote de guacamole. Cogimos el Mild (suave) pero allí tienen otra concepción de lo que es picar jaja. Picaba bastante. Aún así, entretuvimos el estómago para aguantar hasta la cena.

El trayecto de Bryce a Page es de unos 245 kilómetros en los que empleamos unas 3 horas. La tormenta nos fue acompañando durante prácticamente todo el recorrido, poniéndose aún más negra cuando nos acercamos a Page.

Eran las 17.00 cuando llegamos al Confort Inn & Suites. Está situado a las afueras del pueblo, cerca de un centro comercial y de varios restaurantes. Sin queja. La habitación era grande, había WiFi y teníamos desayuno incluido en el precio de la habitación. Además, había piscina cubierta. Así que para reponernos un poco del viaje y antes de ir hacia Horseshoe, nos dimos un bañito en la pisci Sonriente

Después, emprendimos la visita a La Herradura, situada muy cerquita de nuestro hotel. El riesgo que asumimos fue grande, porque la tormenta rodeaba por completo Page pero no se decidía a descargar. En el horizonte, gigantes cortinas de agua descargaban sobre los alrededores.

Y digo que el riesgo fue grande porque desde el parking hasta Horseshoe, hay dos kilómetros andando sobre un camino de arena profunda, tipo duna, con lo que se tarda unos 20-25 minutos en cubrir el trecho. Si llega a descargar la tormenta, no había donde escondernos…

Pero hubo suerte. El cielo nos respetó y durante una hora disfrutamos como enanos del impresionante espectáculo que ofrece Horseshoe Bend. Eso sí,muchísimo cuidado al acercarse y hacerse fotos, porque no hay ningún tipo de valla ni de protección ante el precipicio y el riesgo de caída es muy alto.

Nosotros nos hicimos fotos de todas las maneras y al final conseguimos dos muy chulas que nos hizo un turista francés con pinta de experto fotógrafo. Son estas…

 

Encantados con la visita, regresamos al hotel, descansamos un poco, nos duchamos y fuimos a cenar a otro de los sitios que recomendaban Los Viajeros (y también el recepcionista del hotel): la Pizzería Canyon King.

Se trata de un restaurante situado a las afueras que tiene una historia curiosa: es un barco que sacaron del cercano Lago Powell y lo transformaron en pizzería. El dueño, un antiguo combatiente de la Guerra de Vietnam y ahora pacifista de pro, nos atendió de maravilla. Es más, durante la cena en la terraza, nos pidió permiso para sentarse con nosotros y durante un ratito (10′ o así) estuvo charlando con nosotros. Una de las mejores cosas de viajar es interactuar con la gente, eso seguro.

Cenamos dos pizzas (una bbq y otra de bacon) con la bebida por 55 dólares propina incluida. Y además, durante la cena hubo actuación musical de un cantante local que tocó versiones de temas muy conocidos. Estuvo genial.

Y así finalizó una fantástica jornada. Lo mejor era que para el siguiente día nos esperaban aún más emociones: Antelope Canyon, Monument Valley, Mexican Hat y Gooseneck, quizá el día más espectacular de todo nuestro viaje por la Costa Oeste.

**Distancia recorrida: 209 millas**

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9. Viaje a la Costa Oeste: De Las Vegas a Bryce visitando Zion National Park

Tras dos noches realmente fabulosas, el 14 de julio abandonamos Las Vegas. Es curioso, porque la sensación que nos quedó es de no querer irnos o, al menos, de ganas de volver. Es verdad que es una ciudad inventada en el medio del desierto, pero también es verdad que es algo único en el mundo y que engancha. El Parque de Atracciones Gigante de Las Vegas. Un sitio que hay que conocer. Un lugar al que volveremos.

Tras hacer el check out en el Mandarin y desayunar algo en el Starbucks que hay justo debajo con vistas al Strip, emprendimos viaje con dirección Bryce Canyon. Aunque ese día, el plato fuerte era la visita a Zion.

A unos 270 kilómetros de Las Vegas, en el estado de Utah, se encuentra el Parque Nacional de Zion. Durante la preparación del viaje, dudamos bastante sobre si debíamos dedicarle unas horas a Zion o si debíamos ir directamente a Bryce y ganar un poco de tiempo en el itinerario. Finalmente, tras pedir consejo en el foro y recibir opiniones muy favorables al Parque, decidimos parar en Zion. Fue un acierto total.

Tardamos unas tres horas en cubrir la distancia desde Las Vegas, tras hacer una parada para echar gasolina, rellenar la nevera de hielos y comprar algo de embutido, pan y bebida para comer en Zion.

Al igual que para acceder a la mayoría de Parques de la red de National Parks, hay que atravesar unas casetas donde están los Rangers y donde tienes que mostrar tu Annual Pass. Si no lo tienes, la entrada a Zion vale 25 dólares por vehículo.

Al poco de atravesar la caseta, a la derecha, queda el Centro de Visitantes. Allí puedes dejar tu coche en el parking y coger los autobuses que recorren el Parquehasta los distintos puntos de interés.

Nosotros, recomendados por muchos miembros del foro, teníamos decidido hacer la excursión de Riverside Walk. Se trata de una pequeña marcha de unos 3,5 kilómetros por el río que corre al amparo del cañón.

Para poder hacerla, hay que coger el autobús desde el Visitor Center hasta la última parada, Temple Of Sinawava. El recorrido hasta allí dura aproximadamentemedia hora y el bus se va deteniendo en los distintos puntos de interés del parque, desde donde salen otras marchas y excursiones. Las vistas desde el autobús son una maravilla, Zion es una preciosidad…

Al llegar a Sinawava, llenamos nuestras botellas en los grifos de agua potable del parque (fresca y riquísima) y comimos nuestros sandwiches antes de emprender la caminata.

La ruta nos llevó, ida y vuelta, aproximadamente 2 horas. Se trata de un camino bien trazado que no comporta gran dificultad. A medida que te vas adentrando en el cañón, el paisaje es más y más bonito. Dependiendo de la hora a la que vayáis, la incidencia del sol en las piedras es distinta y las tonalidades de rojo varían.

La sorpresa más chula de la ruta (y para lo que hay que ir preparado) es que alcanzado un punto, el camino termina y la marcha sigue por el agua. Hay muchos puntos en los que hay que andar por el río, así que llevad calzado para poder andar por las rocas (yo usé chanclas de estas que se agarran al tobillo y fui bien, hay gente que va descalza pero corres el riesgo de cortarte con alguna piedra). En cuanto al traje de baño, hay algunas pozas donde te puedes dar un chapuzón. Nosotros estuvimos a punto de animarnos, pero corría un poco de brisa y nos dio cosilla.

 

En el camino nos encontramos un montón de ardillas, pero una especie distinta de las que habíamos visto hasta ahora en Yosemite. Hay muchas y las tías posan en rocas, árboles, etc, así que se pueden sacar fotos chulas…

A eso de las 18.30, muy satisfechos tras la excursión de Riverside Walk, estábamos de vuelta en el Visitor Center donde cogimos nuestro coche y emprendimosviaje hacia Bryce Canyon. Decidimos ir por dentro del parque en lugar de salir y buscar una ruta alternativa. Fue una muy buena opción pues los paisajes que ofrece Zion son una maravilla para la vista. Nos llevó un poquito más de tiempo (2 horas en cubrir unos 150 kms) pero mereció la pena.

A medida que nos fuimos acercando a Bryce, seguimos encontrando paisajes muy bonitos, como esta explanada en la que se ve al fondo Red Canyon.

El atardecer nos llegó justo al pasar Red Canyon (fue una pasada verlo desde el coche, con los rayos del sol crepuscular reflejando en las rocas).

Ya de noche y a punto de llegar a Bryce, tuvimos un buen susto con el coche. Íbamos muy cansados después de toda la jornada y de repente, a la distancia, me pareció vislumbrar algo en la carretera. Frené por instinto y cuando nos acercamos más, nos encontramos cara a cara con un enorme ejemplar de ciervo mula. Nos miró, tranquilamente, y trotó sereno hasta el bosque del margen derecho. Si no lo llegamos a ver, podíamos haber tenido un accidente gordo. Así quemuchísimo cuidado por estas carreteras cercanas a los parques porque la vida salvaje ronda por todos lados. Nosotros íbamos despacio y por suerte pudimos verlo y evitar el atropello.

Pocos minutos después, llegamos al Ruby’s Inn de Bryce, situado a las puertas del Parque Nacional. Es un complejo grandísimo con tienda, museo, restaurante y varios módulos de habitaciones, vamos, casi un pequeño pueblo.

Como ya era tarde y nos daba miedo que se acabara la hora de cenar, mientras yo hacía el check in, Ana fue a coger mesa para dos, sin ni siquiera bajar las maletas del coche.

Afortunadamente, el restaurante daba cenas hasta las 22.00. Así que después de una jornada larga y cansada, pudimos degustar un riquísimo T Bone y un brownie con helado impresionante…

 

Y así terminó nuestra novena jornada de viaje. Sin fuerzas para más, bajamos el equipaje, nos dimos una ducha y nos dejamos caer entre las sábanas de la cama extra grande del Ruby’s Inn.

**Distancia recorrida: 267,5 millas

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8. Viaje a la Costa Oeste. Un día de ocio en Las Vegas

Después de una semana en Estados Unidos, el 13 de julio lo teníamos marcado en el calendario como nuestro I Día de Ocio Oficial del viaje. Y es que aquel sábado teníamos previsto una jornada completamente lúdica: sin madrugones, sin caminatas, sin apenas coche y con muchas cosas chulas por hacer.

Por primera vez en muchos días, habíamos puesto el despertador a la saludable hora de las 9.00. Y la verdad es que fue una sensación muuuuy guay ver cómo lascortinas de la habitación se abrían automáticamente a la hora programada, a la vez que se encendía la tele y sonaba la música para darnos los buenos días. Estoslujos por un precio asequible es una de las cosas que hace tan especial a Las Vegas.

La primera actividad del día era una de las que más habíamos esperado desde que embarcáramos rumbo a USA: Las Compras. En nuestros periplos anteriores por Nueva York (verano de 2010 y navidades de 2012) habíamos visitado los outlets de Jersey y habíamos alucinado con los precios (sobre todo de las marcas americanas). Así que esta vez, ya con la experiencia previa, llevábamos una lista de las cosas que queríamos previo estudio de las tiendas que nos encontraríamos.

El lugar elegido fue Las Vegas Premium Outlet North (N 875 South Grand Central Parkway). Antes de emprender camino hacia allá, recogimos las maletas e hicimos el check out. Y es que la noche siguiente la pasaríamos en otro hotel: el Mandarin Oriental, también en el CityCenter. Por razones de ofertas en booking, salía más barato pasar una noche en cada hotel en lugar de las dos en el mismo. Están justamente uno al lado del otro y se puede usar por tanto el parking gratuito del Aria, así que apenas fue molestia.

A eso de las 10.30 llegamos al Outlet. Es del estilo «Village» como Las Rozas en Madrid o La Roca en Barcelona, pequeñas callecitas al aire libre con las tiendas repartidas en ellas. El calor ya a esas horas era intenso así que, como no habíamos desayunado, lo primero que hicimos fue meternos a tomar algo en el Starbucks.

Tras un zumito, un café y un par de Artisan Sandwiches, afrontamos la ‘Misión Compras’. Durante el desayuno, habíamos ido señalando en el mapa del Outlet, las tiendas que queríamos visitar y dónde estaban situadas (el mapa lo cogimos en el Information Center antes del desayuno).

A modo de resumen, y para que os hagáis una idea (aunque cada uno tendrás sus preferencias y necesidades, lógicamente), nosotros conseguimos buenas prendas a buenos precios en: Timberland, Tommy Hilfiger y Levi’s. Estuvo bien pero no tanto como en el Jersey Garden de Nueva Jersey. Aún así, creo que merece la pena darse una vuelta (pescamos varios Levi’s a 35 dólares y eso no tiene precio Aplauso )

A eso de las 15.30, dejamos el Outlet con dirección a Freemont Street. Sabíamos que el espectáculo en esa zona es de noche, pero no íbamos a poder ir y quisimos pasarnos a dar una vuelta con el coche. La verdad es que a excepción de las múltiples capillas, no vimos demasiado, así que emprendimos camino hacia el Mandarin Oriental donde teníamos la entrada a partir de las 16.00.

Llegamos al CityCenter, volvimos a dejar el coche en el parking gratuito del Aria y entramos al edificio del Mandarin. La recepción está en la planta 23 y es muy impresionante. Pero cuando nos atendieron, a eso de las 16.45, nos dijeron que aún no tenían lista nuestra habitación. En otra ocasión, no hubiera supuesto un problema, pero aquel día sí. Y es que a las 19.00 teníamos entradas para ver en el Wynn el espectáculo de Le Reve. En las entradas ponía bien claro que había que estar a las 18.30 en la puerta del teatro. Y en subir hasta allí desde el CityCenter con el tráfico habitual de Las Vegas podíamos tardar un rato… Además teníamos que ducharnos y que cambiarnos, así que la tarde se nos estaba complicando un poco…

En la recepción nos pidieron mil perdones, nos ofrecieron un upgrade y nos mandaron a la piscina a esperar y tomarnos un cocktail cortesía de la casa. Nos dijeron que en cuanto estuviese lista la habitación, nos avisarían…

Como hacía un calor terrible y no teníamos mucho más remedio, cogimos de la maleta un par de bañadores y nos fuimos a la pisci un poco preocupados porque a las 18.00 queríamos coger el taxi hacia el Wynn.

La zona de la piscina es una chulada, situada en la planta 8 y con vistas al New York New York y el Excalibur…

Después de tomarnos nuestro cocktail y viendo que el móvil no sonaba, a eso de las 17.45 volvimos a recepción donde nos dijeron que nuestra habitación ya estaba lista y que nos habían llevado las maletas. Sin tiempo para preguntarles por qué no nos habían avisado, subimos corriendo, alucinamos con la habitación, nos duchamos, nos cambiamos y bajamos a por un taxi.

Finalmente, tras un par de carreras, llegamos a las 18.40 a la puerta del Teatro del Wynn. Entramos sin problemas y al traspasar las puertas, esto fue lo que vimos desde arriba…

Habíamos comprado entradas en la Splash Zone, en la fila 2. Se supone que son más baratas porque te puedes mojar (el escenario es una piscina) pero nada de eso.

No quiero desvelar demasiado por si os decidís a ir. Sólo diré que es una de las cosas más impresionantes y espectaculares que hemos visto en toda nuestra vida. Sin palabras. Por supuesto, recomendadísimo… Vale cada céntimo de los 95 euros que cuesta la entrada.

 

A la salida (por cierto, qué hotel más bonito el Wynn), habíamos reservado para cenar en el PJ Clarke’s del Caesars Palace. Lo conocimos en Nueva York y teníamos un recuerdo brutal de la hamburguesa. La diferencia en este de Las Vegas es que hay muchos más platos además de hamburguesas, pero nosotros no quisimos hacer probaturas y fuimos a lo seguro. El resultado, buenísimo. El precio: 52 dólares.

Al salir, decidimos bajar paseando tranquilamente por el Strip en dirección sur. Vimos el espectáculo del volcán del Mirage y terminamos asistiendo, por segunda noche consecutiva, a la indescriptible atracción de las fuentes del Bellagio. Tras ver 2 ó 3 bailes, seguimos bajando hacia la zona de la tienda Coca Cola, el New York New York y el MGM…

 
 

Y a eso de las 0.00, nos dirigimos ya hacia nuestro hotel, diciendo adiós a la noche de Las Vegas, al espectacular magnetismo de sus colores y de sus millones de luces.

Al día siguiente, la pausa en el Oasis había acabado y reanudaríamos nuestro Road Trip. Zion y Bryce nos esperaban.

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7. Viaje a la Costa Oeste. De Bishop a Las Vegas atravesando Death Valley

El 12 de julio nos levantamos un poco nerviosos. Y es que la etapa que nos tocaba afrontar ese día era una de las que más respeto nos daba de todo el viaje. Durante semanas, habíamos leído todo tipo de opiniones y habíamos tratado de documentarnos lo máximo posible sobre las dificultades de nuestra aventura de aquel viernes: atravesar el Valle de la Muerte en pleno verano.Finalmente y después de darle muchas vueltas nos habíamos decidido a hacerlo. Y eso que las noticias que nos llegaban de la página web oficial del parque (http://www.nps.gov/deva/index.htm) no animaban mucho a ello, pues el día anterior se habían rozado los 50 grados en la zona de la Badwater Basin. Aún así, no queríamos prescindir de una experiencia como la que ofrecía Death Valley, así que con todas las precauciones del mundo, afrontamos aquella mañana nuestro viaje a Las Vegas a través del Valle de la Muerte.

Siguiendo las recomendaciones del foro y las distintas webs del parque, metimos bien de hielo y bebidas en la neverita y llenamos el depósito de gasolina en Bishop (pagamos 3,859 por galón). Se puede echar también en Lone Pine aunque creo recordar que era un pelín más caro. Con todo preparado emprendimos camino.

Tardamos una hora en recorrer los 92,5 kms que hay desde Bishop a la entrada de la carretera de Death Valley. Nada más pasar Lone Pine, sale el desvío a la izquierda. Y justo ahí, hay un centro de información del parque (Eastern Sierra Interagency). Nosotros nos paramos a coger el mapa oficial en el que vienen todos los datos con las distancias y los distintos puntos de interés y seguimos camino hacia el interior del Valle de la Muerte.


Cartel de entrada desde Lone Pine

En este parque, al contrario que en todos los demás que visitamos de la Red de National Parks, no hay barreras de entrada en la que presentar el Annual Pass, aunque sí hay una caseta ya muy en el interior donde tienes que entrar para recoger un pase rojo que colocar en el parabrisas.

Desde allí hasta la primera parada, el mirador de Father Crowley, situado a unos 65 kms, la carretera es tranquila y la temperatura no se dispara. Fuimos controlando todo el rato los grados y se mantuvieron entre los 25-30. En ese tramo hay un montón de Joshua Trees a ambos lados de la calzada.


Las vistas desde Father Crowley

Pasado Father Crowley, iniciamos el descenso hacia el primer páramo desértico realmente impactante del Valle de la Muerte. A partir de ahí, el termómetro comenzó a animarse y subió hasta los 35 grados. En ese tramo, mientras penetras inexorablemente hacia el corazón de Death Valley, la visión de la carretera impresiona:

La siguiente parada es Mesquite flat Sand Dunes, las dunas de arena del desierto donde se rodaron algunas escenas de Star Wars. En los 30 kilómetros que separan los dos puntos, la temperatura subió a los 43 grados. Así que cuando paramos para visitar las dunas, el golpe de calor fue ya significativo. Hay que caminar unos 100 metros desde el parking y costaron. El aire te reseca la garganta y la nariz y duele un poco al respirar.

En cuanto a las dunas en sí, si habéis estado alguna vez en alguna zona desértica, no os sorprenderá demasiado. Aún así, al estar en la carretera y no tener que desviarte, merece la pena pararse.

Al salir de las dunas, se encuentra la caseta de información donde debéis enseñar el Annual Pass y recoger el ticket rojo para colocarlo en el coche, aunque nosotros no vimos ningún tipo de control en todo el día.

Desde allí, hay unos 43 kilómetros hasta Furnace Creek, centro de operaciones del parque. En Furnace hay un Visitor Center, un rancho, una gasolinera, un camping y algunas cosas más. Y desde allí, sale la carretera que lleva a las principales atracciones del parque: Devil’s Golf Course, Badwater Basin y Artist Drive. El recorrido ida y vuelta hasta ‘La Bañera’ y vuelta es de 52 kilómetros, algunos más si te desvías por el pequeño loop de Artist Drive.

Cuando entramos en la Badwater Road, el termómetro subió a los 45 grados. Desde que salimos del primer mirador, llevábamos puesto el aire acondicionado del coche, pero al mínimo de potencia, pues nos daba mucho miedo que el motor se sobrecalentara.

La primera parada llega a los 17 kms a la derecha, donde sale un pequeño camino que se adentra en el Campo de Golf del Demonio. A nosotros nos ALUCINÓ. Estábamos solos cuando llegamos a la isleta que hace las veces de parking y ‘mirador’ y la imagen fue muy impactante. El termómetro del coche marcaba 48 grados.

En estas paradas, lo que hacíamos era dejar el coche en marcha con el aire acondicionado puesto. Además, Ana empapaba una toallita pequeña que teníamos en el agua con hielos de la neverita y nos la poníamos en el cuello y la cara al volver al Subaru y la verdad es que se agradecía mucho.

Desde allí, seguimos la carretera hasta la Badwater Basin, que está como a 15 minutos. Al llegar, había algunos coches y el termómetro había bajado sólo 1 grado, hasta los 47.

La vista desde el parking es muuuy chula. Bajas unas escaleritas y allí estás, en el punto más bajo del hemisferio norte, a 86 metros bajo el nivel del mar. Hay un caminito que te lleva hacia el interior de la Bañera y varios agujeros en el suelo con agua. La palabra que mejor definiría lo que allí se ve es la más absoluta desolación. Tomamos unas fotos, paseamos un poco y volvimos al fresco del coche, dispuestos a emprender el camino de regreso a Furnace.

Al volver, a la derecha, sale el desvío a Artist Drive. Es una carretera pintoresca de sentido único de unos 18 kms que tiene como principal atractivo la Artist Palette, una pared de roca con diversos colores que a la distancia da la sensación de ser la paleta de un pintor. La visita es corta y desde el coche, así que creo que merece la pena.

Serían las 14.00 de la tarde cuando alcanzamos de nuevo Furnace Creek. Teníamos algo de hambre y comida para prepararnos unos sandwiches en la nevera, así que paramos en el parking del centro de visitantes e hicimos un rápido almuerzo con 47 grados cayendo a plomo en el exterior.

Al terminar, decidimos no ir a Dante’s View y finalizar nuestro periplo en Death Valley en Zabriskie Point, situado en el camino de salida del parque. Nos apetecía ir a Dante’s pero la visita te obliga a hacer 42 kilómetros extra por una carretera no demasiado buena y la verdad es que esto sumado al calor y a la distancia que aún no separaba de Las Vegas, nos decidió a dejar la visita para cuando volvamos. Porque volveremos Amistad

Zabriskie Point está muy chulo. Lo único que desde el parking, hay que subir una cuesta y andar unos 5 minutos hasta el mirador y con los casi 50 grados costó lo suyo. Pero merece la pena. Hay unos bancos para hacerse unas fotos muy guays y además la plataforma ofrece una vista de 360 grados muy impresionante.

A eso de las 15.30 de la tarde, dijimos adiós al Valle de la Muerte, muy satisfechos con la experiencia y algo aliviados por que todo hubiera salido bien. Es un paisaje absolutamente distinto al que vas a ver en todo el viaje así que yo creo que la aventura lo vale.

Desde Zabriskie Point hay unos 200 kilómetros hasta Las Vegas. Tardamos unas dos horas y media, tras hacer una breve parada para comer un helado (se nos había quedado el calor dentro!).

Así que más o menos a las 17.50 divisamos desde la carretera las siluetas de los primeros hoteles del Strip. Es verdad que era de día, pero los dos nos pusimos a gritar como niños pequeños…

La emoción fue en aumento cuando salimos de la autovía y entramos en The Strip a la altura del Hotel París…

Y ya la cosa se desbordó cuando nos paramos en un semáforo, y a nuestra derecha, empezó a sonar Frank Sinatra y ante nuestros ojos vimos bailar por primera vez a las fuentes del Bellagio. Es más bonito de noche, pero no olvidaremos aquella imagen.

Unos metros más allá, llegamos a nuestro hotel para aquella noche, el Aria, un impresionante edificio de cristal y metal. Tiene parking gratuito, así que dejamos el coche, cogimos nuestras maletas y comenzamos la aventura de encontrar la recepción en un viaje a pie a través de millones de máquinas tragaperras y mesas de juego. Es todo tan a lo grande…

Desde que habíamos salido de Death Valley teníamos claro lo que queríamos hacer nada más llegar. Así que nos registramos, subimos a nuestra impresionante habitación, nos cambiamos y llegamos a la Tierra Prometida…

Allí, al fresquito del impresionante complejo de piscinas del Aria (tres distintas y una zona enorme de jacuzzis), nos miramos el uno al otro sin creernos muy bien que estuviéramos dándonos un baño en el corazón de Las Vegas. Aplauso

Si lo de la pisci lo teníamos claro, lo otro que también teníamos cristalino es lo que queríamos cenar. Y es que tras unos días de sandwiches y carnaza, nos moríamos por un poco de buen sushi. Y Las Vegas tiene una maravillosa oferta de todo tipo de restaurantes japoneses. Así que buscamos un poco y reservamos en el Sushi Roku, dentro del Caesars Palace.

La noche fue maravillosa. La cena en un japo con vistas (84,32 dólares con tempura, gyozas, dos rolls y un festival de sushi), el paseo por The Strip, la visita a los hoteles de la zona norte (Caesars, Mirage, Venezzia) y como colofón, el impresionante espectáculo de las fuentes del Bellagio. Hay un «baile» cada 15 minutos, así que cogimos un buen sitio y nos vimos tres de las mágicas actuaciones de los chorros, disfrutando de una noche que tardaremos en olvidar.

 
 

A eso de las 0.30, caímos en nuestra espectacular cama del Aria, felices y agotados, y nos entregamos a un sueño tranquilo. Al día siguiente, nos esperaban más emociones en Las Fabulosas Vegas.

*La temperatura está en grados centígrados
**Distancia recorrida en la jornada** 327,3 millas

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6. Viaje a la Costa Oeste. De Oakhurst a Bishop a través del Tioga Pass de Yosemite

Tras dormir nuestras ocho horas reglamentarias, nos levantamos dispuestos a afrontar un nuevo día de la aventura americana. Nos esperaba Yosemite y el cruce del parque por el Tioga Pass del que habíamos oído maravillas, así que no nos costó demasiado volver a cerrar las maletas y ponernos en marcha.

El desayuno lo teníamos incluido en el hotel y la verdad es que estuvo muy bien. El salón, el mismo en el que cenamos la noche anterior, tiene una decoración muy chula y en cuanto a la comida en sí, había bastante variedad. Teníamos también la opción de desayunar fuera, pero pese a ser temprano, el calor apretaba fuerte ya a esas horas.


El comedor del hotel


Vista exterior del Sierra Sky Ranch de Oakhurst

Era pronto aún cuando nos despedimos de Oakhurst y enfilamos hacia Yosemite. Antes de entrar en el parque, paramos en una pequeña tienda que hay en el margen izquierdo de la carretera y compramos hielo para nuestra recién estrenada neverita. La noche anterior habíamos cogido en Raley’s algo de embutido, unos tomates, fruta y alguna cosa más para poder hacer un picnic en Yosemite y todo fue a parar a la neverita que a partir de aquel día vivió en la parte baja tras el respaldo del asiento del conductor del Subaru.

Tras pasar la caseta de entrada, comprobamos que no había demasiado tráfico y que se circulaba por las carreteras del parque con mucha tranquilidad. Llevábamos los ojos muy abiertos para ver si teníamos la fortuna de cruzarnos con algún animal, pero esa mañana, no hubo suerte.

Nuestra primera parada fue Glacier Point. Tardamos poco más de una hora en recorrer los 70 kilómetros de distancia que hay desde la entrada sur. El mirador es muy alargado y tiene distintos puntos de visión. La panorámica desde allí, con el Half Dome dominando el paraje, es realmente impresionante. Son muy bonitas también las vistas desde allí del Valle de Yosemite, cientos de metros más abajo. Además, a la derecha, descienden dos cascadas que completan una escena espectacular.

Tras una media hora admirando el paisaje y haciendo fotos, continúamos la ruta por las carreteras de Yosemite, siguiendo en dirección norte camino del Valle. Desde Glacier Point hay unos 50 kms, pero antes de llegar, te topas con una de los mejores regalos del parque: The Tunnel View.

Y es que, justo cuando acaba el descenso y a la salida de un túnel, a la izquierda queda la que para nosotros es la vista más bonita de todo Yosemite. La sensación desde el mirador es que el fondo no es real, que es un poster, un croma que han colocado allí para que te hagas la foto. Pero nada de eso. Los olores, los sonidos y el intenso verde de los árboles te devuelven a la realidad de que estás allí viviendo momentos para no olvidar.

Desde Tunnel View, enseguida alcanzamos el Valle de Yosemite. La verdad es que, aunque había mucha gente, está muy bien organizado. Aparcamos en una de las zonas habilitadas para ello, metimos en una mochila la comida y algo de beber, y nos dirigimos hacia el Visitor Center en uno de los autobuses gratuitos que recorren las distintas zonas del Valle.

Tras valorar con una de las Rangers del parque las posibles excursiones, decidimos ir a las Lower Yosemite Falls. Para ello, cogimos otra vez el bus desde el centro de visitantes. Al llegar, comimos en unas mesas de picnic que hay cerca de la parada e iniciamos el pequeño trail hacia las cataratas. Es una caminata que ida y vuelta no lleva más de una hora, además del tiempo que le dediques a la cascada en sí.

Había bastante gente bañándose, tanto allí, como en distintos tramos del río. Nosotros nos quedamos con las ganas porque hacía mucho calor, pero no llevábamos traje de baño. Si vais en temporada de verano, os recomiendo que metáis en la mochila un bañador porque la verdad es que aquello tiene una pinta estupenda.

Terminada la excursión, volvimos en el autobús hasta el parking y reanudamos camino, ya para coger el acceso a Tioga Pass Road. Una vez en la carretera que cruza Yosemite de oeste a este, paramos en Olmsted Point y en el Lago Tenaya tras una hora de coche desde el Valle.

En Tenaya, volvimos a tener la tentación de bañarnos ahora que teníamos a mano los bañadores. Pero cuando metimos un pie en el agua, cambiamos de idea… qué fría!! Eso sí, a pocos metros de donde estábamos nosotros, una chica en bikini se acercó a la orilla y sin pensárselo dos veces se tiró de cabeza rompiendo las aguas cristalinas. Nos dio envidia pero nos pudo más el frío Muy feliz

Serían ya las 17.30 cuando volvimos al coche tras nuestra visita al Lago. Esa noche teníamos el hotel en Bishop a 1h40′ más o menos desde allí y estábamos bastante cansados después de nuestro día de ruta por Yosemite. Así que decidimos no parar en Tuolumne Meadow y seguir tranquilamente hasta Bishop con la idea de darnos un bañito en la pisci del hotel y descansar un poco antes de buscar un sitio para cenar.


Saliendo de Yosemite por la puerta este de la Tioga Pass Road

La carretera que baja desde Lee Vining hacia Bishop es como un disparo: completamente recta. Hicimos varias fotos desde el coche porque es justamente lo que uno imagina cuando piensa en las carreteras americanas.

A eso de las 19.00 llegamos a nuestro hotel: el Ramada Limited Bishop. Es una especie de motel de carretera pero está muy bien. De hecho, como teníamos previsto, nos dimos un bañito en la pisci, descansamos un poco y salimos a cenar.

En recepción nos recomendaron dos opciones: el Whiskey Creek (del que habíamos leído buenas críticas en el foro) y el The Back Alley Bowling. Apostamos por este segundo por ser muy auténtico: el restaurante de la bolera del pueblo.

Y acertamos, porque el NY Steak estaba buenísimo y el ambiente era muy chulo. La cena nos salió por 46 dólares los dos sin contar la propina.

Y a eso de las 23.00 y tras dar un paseo por el pueblo (una calle principal con comercios y poquito más), nos recogimos en nuestro hotel donde velamos armas para la ‘batalla’ que nos esperaba el día siguiente: atravesar el ‘temible’ Death Valley (ese día se habían registrado temperaturas en Badwater Basin de 49 grados) para llegar a Las Fabulosas Vegas de Nevada Aplauso

Distancia recorrida: 212 millas

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