8. Viaje a Vietnam y Camboya. Y al segundo día, Sapa nos deslumbró… (y otro viaje en tren nocturno)

Suelo pensar que, de vez en cuando, conviene perder las comodidades básicas para luego, cuando las recuperas, valorarlas en su justa medida. Nos ocurrió en nuestros dos Caminos de Santiago, en algún retraso aéreo terrible o en otros casos en nuestros viajes por el mundo. Y nos había ocurrido la noche anterior con el viaje en tren, la tormenta que nos caló hasta los huesos, el retraso y todo lo demás.

Por eso, aquella noche nuestra cama del Fansipan View nos pareció la más cómoda del mundo y descansamos como hacía tiempo: dormimos casi 10 horas (ya no recordamos cuándo fue la última vez).

Además, cuando abrimos las cortinas, vimos que, aunque con algunas nubes, la lluvia del día anterior había quedado atrás y que brillaba el solsobre el cielo de Sapa. Después de la tormenta siempre viene la calma Aplauso

Así que con una sonrisa de oreja a oreja, bajamos a desayunar dispuestos a afrontar una jornada estupenda, con la esperanza de que Sapa nos descubriera esa magia de la que tanto habíamos oído hablar y que se había resistido el primer día.

Nada más salir del desayuno dispuestos a iniciar la marcha, nos encontramos con nuestras amigas…

Y esta vez, según nos dijeron nada más vernos, nos acompañarían durante toda la jornada porque iríamos a visitar ¡su pueblo!

Rápidamente se repartieron. El modus operandi es sencillo: cada una se empareja con una persona del grupo. Se presentan, te preguntan tu nombre, tu país y algunas cosas más y te acompañan durante la jornada. Ya os digo que dicho así puede parecer un poco agobiante, pero termina siendo enriquecedor, porque tampoco son unas pesadas que no dejan de hablar, simplemente te cuentan curiosidades, te preguntanpor cómo es nuestra vida en nuestro país y te echan una mano cuando el camino se complica.

Hay una cosa que nos resultó muy curiosa: evidentemente su objetivo final es venderte algunas de las cosas que ellas mismas fabrican: pulseras, monederos, bolsitos… Pero durante las primeras horas de trekking, no te comentan absolutamente nada de la venta. Sólo charlan. Y terminan estableciendo una relación. Son simpáticas, amables y buenas conversadoras. Y es alucinante cómo han conseguido aprender inglés en el lugar en el que viven. En nuestro caso además, eran mayores, cercanas a los 60. Un mérito tremendo. Ya os digo que,lejos de causarnos molestias, a Ana y a mí nos parecieron, junto a los paisajes, la verdadera esencia de Sapa.

El itinerario previsto del día era visitar Ta Van, Giang Ta Chai y Su Pan. Y rápidamente, en cuanto dejamos Sapa, empezamos a ver paisajes muy bonitos:

Nos gustó mucho ver a los cerdos vietnamitas que tan de moda se han puesto en USA como mascotas, corriendo por allí en su hábitat naturalcon las interminables terrazas de arroz como telón de fondo.

A medida que íbamos avanzando, aumentaba cada vez más la belleza del entorno. ¡Y también la dificultad del trekking! Debido a las lluviasdel día anterior, los caminos de tierra estaban muy resbaladizos y costaba no caerse. Bueno, pues las mujeres de la tribu, calzadas con una especie de chanclas de goma, no sólo no resbalaban, sino que además ayudaban a la gente del grupo en las zonas más difíciles.

Hubo un momento muy divertido después de un tramo de estos complicados. Había coincidido que Ana y yo no habíamos tenido que recibir ayuda porque apenas habíamos resbalado y en un momento dado, varias de las mujeres de la tribu se juntaron y empezaron a hablar entre ellas y a señalar nuestro calzado. Después se acercaron y tocando nuestras botas dijeron: «very good, very very good, good grip». Sorprendidos, les dimos las gracias, satisfechos por nuestra compra de hacía ya unos años en Decathlon: las típicas quechua de trekking que llevan acompañándonos desde Australia 2011.

La caminata siguió su curso, con alguna parada para comprar bebidas en puestecillos ambulantes. Y tras un recodo del camino, el paisaje se abrió dejando a la vista un valle verdaderamente bonito…

Hubo varias veces que nos quedamos con la boca abierta de la belleza del terreno. En ese segundo día apreciamos mucho mejor la riqueza natural de Sapa y el motivo por el que es uno de los puntos más visitados de Vietnam.

El descenso siguió hasta que, tras atravesar un puente rojo, llegamos a la aldea de las Black Hmong. Allí, nuestras acompañantes nos obsequiaron con dos figuritas que habían hecho con hojas de una planta y, finalmente, sacaron su mercancía que les compramos de mil amores: varias pulseras, un monedero y un bolsito.

Tras las compras, comimos allí mismo en una especie de nave con vistas al río. Nos prepararon unos noodles fritos con ternera. Un plato único rico y suficiente.

Y después de comer, aún quedaba un trayecto de más o menos una hora hasta la aldea de la Tribu Dao Do, cuyas mujeres relevaron a las Black Hmong y nos acompañaron en ese último tramo del trekking. La diferencia entre ellas está básicamente en el sombrero, que lo llevan de color rojo.

Esos últimos kilómetros, pese a ser mucho más llanos, también los disfrutamos mucho. Visitamos una casa de los Dao Do para ver su modo de vida (más evolucionado que el de los Black Hmong) y probar un licor que destilan y que está muuuy fuerte jaja.

Al llegar al final del camino, nos despedimos de nuestras acompañantes (ya sin comprar nada porque apenas teníamos dinero en efectivo encima) y volvimos en mini bus a Sapa, para darnos una ducha, recoger las mochilas, cenar algo y coger la furgoneta dirección de Lao Cai.

El tren desde la estación salió puntual, a las 20.20. Nos preocupaba que pudiera volver a retrasarse porque la mañana del día siguiente, recogeríamos en el hotel de Hanoi nuestras maletas y tomaríamos a las 09.20 un vuelo dirección a Hoi An.

Atrás dejamos Sapa con un gran sabor de boca. Y es que las cosas no son como empiezan y aunque nos costó un poco, terminamos disfrutando mucho de nuestra aventura entre tribus y terrazas de arroz en el norte de Vietnam.

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