10. Viaje a Vietnam y Camboya. Hoi An. Un día de descanso y disfrute en Cua Dai Beach

Cuando elaboramos el itinerario, tuvimos muchas dudas sobre el reparto de las días en esta zona de Vietnam. Finalmente, después de darle muchas vueltas (y teniendo en cuenta la exigencia que ya tenía el propio itinerario), decidimos descartar la visita a Hue y dedicar un día entero a disfrutar y descansar en Hoi An donde, según todos los blogs y foros, encontraríamos todo lo necesario para hacerlo: un pueblo súper tranquilo, unos hoteles estupendos y una playa maravillosa.

Después de descansar un buen número de horas, nos levantamos y disfrutamos del desayuno incluido del hotel. Es un magnífico buffetservido en el restaurante, con cocinero que te prepara al momento huevos fritos o revueltos, tortitas… Además hay un montón de productos naturales, cocina vietnamita, zumos de todos los tipos… una maravilla, vamos.

Tras el desayuno, cogimos las toallas y los sombreros de paja que había en la habitación y pedimos en recepción dos bicis que te prestan de manera gratuita.

Ya con todo, nos marchamos hacia la playa de Cua Dai, situada a poco más de dos kilómetros. En el camino en bici hasta la playa, se pueden verimágenes que, aunque llegas a acostumbrarte cuando estás allí, son realmente bonitas y las recuerdas con cariño cuando vuelves a casa:

Un campesino trabaja en un campo de arroz con el sombrero tradicional

Justo antes de llegar a la playa, te desvían hacia un parking porque no se puede entrar en la arena con las bicis. Al principio nos resultó un poco raro (la típica desconfianza española) pero uno termina entendiendo que Vietnam no es un país donde la picaresca esté a la orden del día. Dejas la bici, la pones el candado, pagas una pequeña cantidad y te dan un resguardo a cambio. Sin trampa ni cartón ni más vuelta de hoja. Ahora os cuento otro ejemplo del choque de culturas y de lo que nos cuesta a veces cambiar el chip a los españoles.

Pese a que habíamos leído que la playa estaba bien, cuando llegamos y vimos el panorama nos quedamos alucinados: es una auténtica pasada. Palmeras, arena blanca, el agua limpia y con un color precioso azul turquesa y, encima, muy poca gente. Vamos, que teníamos una playa paradisíaca casi para nosotros solos.

Nos instalamos bajo una palmera (el calor apretaba bastante a esas horas) y nos pusimos a leer, a hacer crucigramas y a charlar, típico divertimento de playa con la diferencia de hacerlo en una playa del Mar Meridional de China a unos 11.000 kilómetros de casa Muy feliz

Al ratito, llegó una vendedora ambulante. Se presentó, educadísima, nos contó un poco su historia (los días que pueden y no pueden trabajar, cómo funciona la venta ambulante en Hoi An y otras cosas). Nos pareció tan interesante y tan maja que aunque no teníamos intención al principio de comprar nada, terminamos cogiendo algunos recuerdos: unos magnetos para la nevera y varios llaveros. Y aquí viene el otro ejemplo del choque cultural…

Cuando fuimos a pagarle, vimos que no habíamos traído mucho dinero a la playa. Nos dijo que no había problema, que le dijéramos cuál eranuestro hotel y que a la hora que le dijéramos, se pasaba a cobrar. Sin más, nos entregó los regalos y le dijimos que cogiera algo de dinero como señal. Se negó en rotundo, dijo que ese dinero lo necesitaríamos para tomar algo en la playa y que luego se pasaría tranquilamente por el hotel. La verdad es que nos quedamos alucinados de que no desconfiara y de que, con todos los hoteles que hay en Hoi An, no pensara ni por un momento que la hubiéramos engañado.

Y ahí no queda todo. Cuando ya se marchaba, nosotros decidimos darnos una buena vuelta por esa playa tan maravillosa. Como hubiéramos hecho en España, cogimos la mochila con la cámara de fotos, los móviles, el kindle y la cartera. Luli -así se llamaba la vendedora- se nos quedó mirando y nos dijo que por qué nos llevábamos todo, que si lo íbamos a necesitar en el paseo. Cuando le dijimos que era por si acaso nos lo robaban, se quedó boquiabierta. Nos dijo que eran nuestras cosas y que a nadie se le ocurriría tocarlas. Pero además lo dijo como si nosotros viniéramos de un planeta extraño, alucinada por que hubiéramos pensado algo así. Pensamos que era maravilloso ese nivel de respeto en Vietnam pero también qué pensarían los pobres vietnamitas si vinieran a España… (si su gobierno les dejara salir del país fácilmente, claro).

El paseo fue estupendo. La playa es muy ancha y la arena muy fina por lo que no hay impedimentos para disfrutar ampliamente de la caminata.

Tras el paseo, un buen baño y tomar el sol otro ratito, volvimos al hotel. Comimos algo en el restaurante, pagamos a Luli que se pasó por el hotel para cobrar y nos echamos otra siesta de campeonato.

Al atardecer, volvimos a Hoi An. Paseamos mientras caía el sol y nos dio tiempo a ver el mercado de frutas y verduras. Cuando ya cayó la noche, vimos que a las orillas del río, muchas mujeres vendían unas velas flotantes. Las enciendes y las dejas sobre el agua a modo de ofrenda mientras pides un deseo. El efecto es muy bonito aunque no se aprecia muy bien en la foto…

Y antes de cenar lo último que hicimos del día fue para comprar unas lámparas para casa. Son uno de los productos más típicos de Hoi An y un recuerdo estupendo.

Para cenar, elegimos Minh Hien Vegetarian, en Tran Cao Van, 50, un restaurante vegetariano recomendadísimo en los foros y en Tripadvisor. Está un poco a las afueras del casco antiguo pero merece la pena porque estaba todo delicioso y, una vez más, a un precio estupendo. Una opción muy buena.

Y así terminó nuestra estancia en Hoi An. Dos días deliciosos en un lugar que es un auténtico oasis en Vietnam. Un sitio maravilloso para pasear, descansar y reponer pilas del que caeréis irremediablemente enamorados Heart

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